Reflexión para hoy:

     

sábado, 9 de julio de 2011

Productividad y salarios


He aquí un sencillo ejemplo que comprendería perfectamente un niño de educación primaria. No estoy tan seguro si un espécimen socialista podrá o querrá entender porqué se deben vincular los salarios a la productividad.



Supongamos que un trabajador percibe un salario de 1000 euros al mes; produciendo, en dicho periodo, 2 electrodomésticos que se venden en el mercado al precio de 1500 euros cada uno. El coste de la materia prima y otros gastos ascienden a 200 euros por unidad producida.


Piezas producidas: 2

Precio de venta de los electrodomésticos= 1500 x 2= 3000 euros

Coste del salario= 1000 euros

Otros costes= 200 x 2= 400 euros

El beneficio empresarial sería: 3000-1000-400= 1600 euros.


Si ese empresario invierte 4000 euros en nueva maquinaria más eficiente, reduce el precio de los electrodomésticos y triplica el sueldo del trabajador porque, gracias a que se ha especializado y sabe utilizar la nueva tecnología, cuadruplica el número de piezas producidas; el beneficio empresarial sería ahora mayor, incluso el primer año teniendo en cuenta el coste adicional que supone la innovación de maquinaria.


Piezas producidas: 8

Precio de venta de los electrodomésticos= 1300 x 8= 10400 euros

Coste del salario= 1000 x 3= 3000 euros

Coste de innovación de maquinaria: 4000 euros

Otros costes= 200 x 8= 1600 euros



El beneficio empresarial el primer año sería: 10400-3000-4000-1600= 1800 euros.

El beneficio empresarial a partir del segundo año sería: 10400-3000-1600= 5800 euros.

Hay que tener en cuenta que ahora también habría más electrodomésticos y más baratos a disposición de mayor número de consumidores y no sólo de los más pudientes, o sea, aumenta la oferta que conlleva siempre a que los precios bajen. Además, el empresario dispone de más ingresos que una parte utilizará para mejorar su calidad vida y el resto para invertir en la formación de su personal, aumentando su especialización; así como para adquirir mejor maquinaria y ampliar la empresa, que aumentará la producción y le hará más competitivo. También necesitará contratar más personal por lo que la oferta de empleo se incrementará y los trabajadores de esa empresa serán mejor pagados que los de la competencia que no innovó invirtiendo en nuevos bienes de capital y formación del personal.

La realidad nos dice que se deben fijar los sueldos de los trabajadores de acuerdo con la evolución de su propia productividad futura; entendiendo por productividad futura el valor que tiene hoy la riqueza que cada uno de esos trabajadores creará mañana gracias a que están integrados en un proyecto empresarial. ¿Y cuál será mañana el valor de esa riqueza y quien lo dice? Nadie, porque el futuro es incierto y el empresario asume el riesgo. Pero existe una obviedad difícil de refutar, y es que el trabajador, además de no asumir ningún riesgo, siempre percibe parte del precio del producto fabricado (salario) antes de venderse; al contrario que el empresario, que se arriesga y no percibe el resto del precio del producto fabricado (beneficio empresarial) hasta que no se vende, si llega a venderse. Por esta razón el famoso cuento de la plusvalía marxistoide no tiene ningún fundamento.

Claro que si algún empresario marxistoide, que brillan por su ausencia, decidiera pagar a sus trabajadores un sueldo más alto que el valor de los productos que van a fabricar en el futuro, irremediablemente se arruinará en poco tiempo; salvo que algún amiguete socialista instalado en el gobierno le inyecte alguna subvención o compre sus ruinosos productos con cargo al erario público, como suele suceder cuando el socialismo se instala en el poder. Por lo tanto, es el empresario y nadie más quien debe negociar directamente el salario con los trabajadores de su empresa sin que interfieran, con sus pezuñas apestosas y liberticidas, ningún sindicato vertical paniaguado o el gobierno a través de decretazos planificadores e intervencionistas cuyos endiosados dirigentes creen saber la productividad futura de millones de ciudadanos en activo.

A nadie le interesa más la viabilidad y el éxito de un proyecto empresarial que a los propios trabajadores y al patrono de esa empresa. Y quien diga lo contrario es un zopenco intelectual y un demagogo.

Está claro que la necesaria competencia entre productores, además de ofrecer bienes y servicios de mayor calidad, conlleva la racionalización de los costes que desemboca en precios más bajos y, por tanto, ocasiona un incremento del ingreso real o poder de compra de quienes adquieren los productos. Todo ello generará nuevas oportunidades de inversión que motivarán, de igual forma, aumentos de salario y ofertas de empleo. Entonces, el círculo virtuoso enriquecedor se hace realidad.

En cambio, si sólo aumentamos por decreto o convenio sectorial el sueldo de todos los operarios, ya tengan una productividad alta o no, se incrementaría el coste unitario de cada pieza producida y ese aumento se trasladaría a los precios; redundando negativamente en el consumidor, puesto que es el consumidor quien al final cubre todos los costes del producto consumido, ya sean salarios, gastos de innovación de maquinaria o impuestos. Hay que decir que los consumidores también son trabajadores y todo aumento de su salario indexado a la inflación queda anulado por el aumento de los precios de los bienes que consume.

Entonces, para que el poder de compra no permanezca igual e incluso se reduzca, los salarios reales deben incrementarse sólo cuando aumenta la productividad del trabajador, lo cual reduce el coste por unidad producida.

Por ejemplo, cuando se incrementa la demanda de coches, éstos se fabrican más. Consecuentemente aumenta el empleo y se incrementan los sueldos de los operarios especializados de dicha industria, sobre todo para que no se vayan a la competencia. También, el referido incremento de la demanda de vehículos repercute en nuevas inversiones dirigidas a la mejora de la tecnología y maquinaria utilizada en la fabricación. Todo con el propósito de incrementar la productividad, reducir los costes por coche producido y que los precios sigan siendo competitivos y accesibles a los consumidores, que no son otra cosa que trabajadores que disponen de mayor capacidad de compra por que los precios tienden a la baja y sus salarios se incrementan debido a la mayor productividad.

Hay que tener en cuenta que vincular el salario de un trabajador a la productividad es positivo, siempre que se vincule a su propia productividad y no a la de una economía o sector económico. Por ejemplo, si la productividad agregada del sector del automóvil se incrementa cada año por la innovación de una famosa marca y en base a ella, se incrementan los salarios de todo el sector del automóvil, el resultado será que muchas de las otras marcas quiebren con total seguridad, pues los costos serán superiores a sus ingresos.

El trabajador tampoco tiene que ahorrar para poder ser dueño de la máquina porque, indistintamente de quien lo sea, ese capital invertido en máquinas más eficientes aumenta su productividad y baja los costes por unidad producida. La gente menos pudiente, a la que le es imposible ahorrar, siempre se beneficia con el incremento de la productividad puesto que se aprovechan del ahorro de los más opulentos que sí los invierten, ya sea directamente en un proyecto empresarial o, indirectamente, a través de fondos de inversión o depositándolos en los bancos. En este último caso, las entidades financieras de los países serios y desarrollados prestan esos ahorros a los emprendedores que crean empleo y riqueza para la sociedad, salvo en España que, tanto esos ahorros como las inyecciones de dinero público que reciben en forma de ayudas, se lo entregan al Estado, comprándole la deuda pública que se ha generado durante años gracias a una caterva de socialistas manirrotos y otros chupópteros del poder local y autonómico.

Volviendo al tema, siempre que existan buenas oportunidades de inversión, los ahorros se transforman en nuevas máquinas y tecnologías más eficientes que, al incrementar la productividad del trabajo, permite pagar más al trabajador.

¡Ya sabemos que también aumenta los beneficios del empresario! Se lo que estáis pensando alguno de vosotros que os extasiáis con el marxismo. Es obvio, puesto que ese fue el propósito de su inversión! ¿Pero los que envidiáis la felicidad y el éxito ajeno, no os dais cuenta que la mejora es para todos? Tomad nota: Mayor beneficio del empresario que arriesgó sus ahorros, más empleo, mejor remunerado y consumidores más felices porque hay más bienes a su disposición, de mayor calidad y más baratos.

¿Vosotros, marxistoides liberticidas, qué es lo que arriesgáis para mejorar la vida de los demás? Vosotros, lo que queréis es vincular indiscriminadamente los salarios a la inflación, como base de una política de sueldos de carácter totalitario. No os importa que se produzcan menos bienes y servicios, es decir, riqueza para la sociedad. Sólo os obstináis en que se aumenten los salarios para que se adquieran más bienes y servicios; así sin más y, de paso, captar votos y alienar a las masas protagonizando el papel, que vosotros mismos os habéis atribuido, de redentores sagrados de la clase obrera.

Vuestra pretensión de aumentar los salarios por decreto siempre condena a gran parte de esos obreros al paro y la miseria. ¿No os dais cuenta que ese ejército de desempleados ya no están en disposición de adquirir más bienes y servicios, sino que únicamente adquirirán lo básico para subsistir gracias a ese mísero subsidio que van a disfrutar sólo durante unos meses y que es financiado por parte de la renta que robáis a otros trabajadores aún en activo?. Digo en activo, por el momento, puesto que todos sabemos el final de vuestra macabra aventura ideológica.

¡Si dejamos funcionar al mercado claro que seguirán existiendo salarios bajos y altos!. De la misma forma que existen listos y tontos o rubias y morenas. Habrá momentos económicos coyunturales y circunstancias personales en las que algunos de esos salarios altos deberán reducirse y, por el contrario, algunos de los sueldos bajos dejarán de ser bajos y se incrementarán; sin perjuicio de que todos los trabajadores que se esfuercen en ser más cualificados y en tener una mayor productividad serán siempre recompensados con un mayor sueldo y promoción laboral. Lo que no hay duda es que la disparidad de salarios, incluso en el mismo sector económico, permitirá que se genere empleo y se maximice la riqueza de los ciudadanos.

La alternativa a la economía de mercado es la Cuba de los hermanos Castro. La alternativa es el casposo socialismo de siempre, donde los salarios tienden indiscriminadamente a ser iguales para todos. Sin embargo, en lo que realmente se iguala la gente, en esos paraísos socialistas, es en el grado de miseria puesto que no tienen salarios porque no tienen trabajo, ni hay empresas donde encontrarlo. Con el socialismo nadie, en su sano juicio (marxistoides incluidos), invierte o se arriesga en una aventura empresarial. ¿Quién va a confiar su dinero en un país donde unos burócratas liberticidas del gobierno te dicen el beneficio que debes tener, en un país donde te machacan a impuestos, en un país donde te vas a tener que casar con tus empleados produzcan o no, en un país donde existe la amenaza permanente de la expropiación de tus bienes o en un país donde no hay seguridad jurídica y garantía de que se cumplan los contratos?

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