Existe una enorme confusión en nuestros centros de enseñanza porque coexisten dos ideas contradictorias: la de los docentes que aún pretenden educar y cultivar a nuestros retoños y la de los ingenieros de mentes que juegan a las ficciones igualitaristas, produciendo sólo desigualdad y desidia.
La influencia del Estado en la educación impide la capacidad crítica de los individuos, la pluralidad de las ideas y garantiza que el pensamiento único reine indefinidamente. Para ello se engendran asignaturas totalitarias como la que tuvimos en la dictadura, denominada Formación del Espíritu Nacional. Este tipo de asignatura totalitaria no busca formar ciudadanos libres, busca formar súbditos que jamás se quejen, súbditos alineados servilmente con la casta política dictatorial, súbditos dispuestos a vivir toda su vida bajo la odiosa tutela del dictador.
La clase política no debe encargarse de transmitir a nuestros hijos valores morales. Para eso está la familia, institución social de primer orden en la que el niño se forma como persona; como persona tolerante, civilizada, libre y preparada para vivir en sociedad respetando a los demás y respetándose a sí mismo. De esto y no de otra cosa trata la verdadera educación en valores. Pero los políticos populistas y sindicatos de clase lo quieren controlar todo, se quieren meter en la mente de nuestros hijos con la única obsesión de transformar la realidad a su antojo, y por transformar ha de entenderse traspasar sus propias taras y fobias a las nuevas generaciones.
La influencia del Estado en la educación impide la capacidad crítica de los individuos, la pluralidad de las ideas y garantiza que el pensamiento único reine indefinidamente. Para ello se engendran asignaturas totalitarias como la que tuvimos en la dictadura, denominada Formación del Espíritu Nacional. Este tipo de asignatura totalitaria no busca formar ciudadanos libres, busca formar súbditos que jamás se quejen, súbditos alineados servilmente con la casta política dictatorial, súbditos dispuestos a vivir toda su vida bajo la odiosa tutela del dictador.
La clase política no debe encargarse de transmitir a nuestros hijos valores morales. Para eso está la familia, institución social de primer orden en la que el niño se forma como persona; como persona tolerante, civilizada, libre y preparada para vivir en sociedad respetando a los demás y respetándose a sí mismo. De esto y no de otra cosa trata la verdadera educación en valores. Pero los políticos populistas y sindicatos de clase lo quieren controlar todo, se quieren meter en la mente de nuestros hijos con la única obsesión de transformar la realidad a su antojo, y por transformar ha de entenderse traspasar sus propias taras y fobias a las nuevas generaciones.
Para semejante tarea la familia tradicional es un obstáculo, de ahí que busquen sustituirla por medio de un Estado omnipotente y omnipresente que se adueñe de cada parcela de la vida de los individuos; desde que nacen, si lo permiten sus padres con su progresista derecho al aborto, hasta que la eutanasia, por ellos preconizada, los retira de la circulación. Para esto quieren la educación. Incluso existe la voluntad política de llevar a los tribunales a todo aquel que pretendiese ejercer la objeción de conciencia contra el benéfico designio del Pedagogo político.
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