Reflexión para hoy:

     

domingo, 24 de octubre de 2010

Doctor Zhivago





Existen unas cifras que se denominan datos demográficos. Hoy traigo a colación los datos de la URSS de 1926. En dicho año se realizó un censo de habitantes. En función del crecimiento poblacional y otros parámetros usuales, los expertos del censo estimaron que para el siguiente censo del año 1936 existiría un crecimiento de la población alrededor de 36 millones de habitantes.

Dicho censo no se efectuó en el año 1936 sino un año después. La paradoja es que ambos censos, separados por más de una década, registraban una cantidad de población similar.

Cualquier persona con lógica puede deducir que como consecuencia de la colectivización forzosa y sus correspondientes hambrunas así como por las represiones de Stalin contra el pueblo díscolo, durante el referido período del siglo pasado se sacrificaron a 36 millones de seres humanos en aquel paraíso marxista abocado a la miseria. Realmente, tal como algunos liberticidas afirman, el socialismo aquí cumplió su objetivo.

Ha transcurrido casi medio siglo desde que se estrenó Dr. Zhivago y aún no ha mermado la fuerza de esta obra maestra del séptimo arte. Las secuencias de masas siguen siendo tan verosímiles como el primer día y el dibujo que David Lean propone de los personajes centrales resulta igualmente creíble.

David Lean demuestra su extrema habilidad para dotar a sus superproducciones de un aparentemente contradictorio tono intimista. No escatima sensibilidad ni delicadeza, al tiempo que escapa a cualquier tipo de interpretación directamente política. Algo que deja en manos del público que visione su obra. A David Lean le importa la historia, los sentimientos de sus personajes y su relación con una realidad convulsa de la que no pueden escapar y que marca definitivamente sus existencias.

Ni siquiera la inusualmente larga duración del filme es obstáculo para el disfrute de este gran espectáculo cinematográfico, grande entre los grandes de la década de los 60.

Dr. Zhivago quedó lejos de obtener todos los Oscar que merecía pero ello no empaña, sin duda, el valor de esta mirada al texto de Boris Pasternak, protagonizado por un médico y poeta (Omar Sharif) que, casado con una espléndida mujer (Geraldine Chaplin), se debate entre el amor a esta y su atracción hacia una hermosa activista política (Julie Christie). Doctor Zhivago es un dinámico fresco de Rusia en los últimos tiempos de la etapa zarista, el estallido de la Revolución de Octubre y los momentos terribles que siguieron a este acontecimiento maldito.

Lo más curioso es que la película fue parcialmente rodada en un Madrid hoy en día irreconocible.


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