Reflexión para hoy:
sábado, 7 de mayo de 2011
Ciudadanos medrosos, ciudadanos bizarros
La ciudadanía que sufre un Estado Totalitario socialista, ya sea éste de derechas o nacionalsocialista, ya sea de izquierdas o comunista; siempre conserva un sentimiento de inocencia generalizado que ocasiona una parálisis de respuesta contra el despotismo que les está llevando a la miseria, a la desesperación e, incluso, a la muerte.
Una gran parte de la ciudadanía, amilanada por la bota del tirano opresor, suele afirmar: ¡Yo no he hecho nada, por lo tanto, nada tengo que temer…..!, ¡Vendrán tiempos mejores…….¡, ¡Esto pasará pronto…! Si la pasada noche detuvieron a ese es que algo habrá hecho… Ahora lo que tenemos que hacer es no meternos en líos y obedecer al gobierno sin cuestionar nada.
Lo más triste es que esa ciudadanía sigue el espeluznante juego de los tiranos refugiados en la farsa del Estado colectivo ¡y si hay que denunciar al vecino por subversivo, se denuncia!, todo con tal de salvarse, por el momento, hasta que sea delatado por otro por simple envidia u error. Incluso, en caso de ser detenidos, persisten en que no son culpables de nada y tienen la esperanza de que en breve les liberarán tan pronto como se aclare su situación. Siguen creyendo que los cuerpos y fuerzas de seguridad de un Estado totalitario, represivo y cruel con su propio pueblo son entes racionales y compasivos.
Y llega ese día en el que se encontrarán en una maloliente y abarrotada celda, observando en silencio al que tienen al lado y se preguntarán: ¿Quién sabe si éste tipo ha cometido un delito de sangre...? ¡Pero yo, qué va! ¡Yo no he hecho nada, todo ha sido un malentendido, mi intención era otra, no debería estar aquí! ¿Para qué huir?, ¿Para qué resistirme? Eso no mejoraría mi situación puesto que ya no podría hablar con ellos y decirles que están equivocados.
La inocencia les ciega hasta que no ven los fogonazos de los fusiles en el paredón de fusilamiento.
Otros, los más afortunados, si se puede decir que uno es afortunado cuando te hallas recluido en un campo de exterminio, en un gulag o en una checa; les reconcomerá cada día una sola idea: el pensar que su situación sería distinta si esos policías, militares o milicianos del régimen represor que, de madrugada, invaden un domicilio para apresar a otros inocentes como ellos, no hubieran tenido ninguna garantía de volver con vida a su comisaría, cuartel o checa.
¿Qué sería de la dictadura que les está pudriendo si en la etapa de arrestos masivos como los que ocurrieron en Leningrado, en el gueto de Varsovia o en el Madrid de 1936 los ciudadanos no se hubieran escondido en sus conejeras al oír golpear la puerta del vecino a medianoche para, a continuación, observar a oscuras a través de las cortinas como pegaban e introducían, en un furgón policial, a la misma familia cuyos hijos, hasta ese día, habían jugado con los suyos. Historia que se repetía cada noche, en ese u otro edificio, con otro alboroto y correteo por las escaleras, con otros portazos y gritos de pánico, con otros estruendosos disparos al final de la calle…..
¿No comprendían que no había nada que perder puesto que la semilla del monstruo totalitario ya había germinado y el Estado de Derecho era cosa del pasado? ¿No entendían que muchos de ellos, tarde o temprano, iban a yacer también en las fosas de la historia?.
¿Y si todos los vecinos pertrechados con cuchillos y martillos o, mejor, con armas de fuego; hubieran recibido a esos policías, militares o milicianos con una barricada en el descansillo de la entrada del portal ¿Y si en todos los edificios de la ciudad hubieran hecho lo mismo?
Todos sabían que las intenciones de esos policías, militares o milicianos no eran buenas, pero lo consentían por puro egoísmo, cobardía y mezquindad. Por conservar una vida que ahora, poco a poco, están perdiendo. Unos torturados y otros esclavizados.
La ciudadanía cometió un error por aceptar desarmarse y no poder recibir a esos policías, militares o milicianos a balazos. Si hubiera sido así, los cuerpos y fuerzas de seguridad de ese Estado Totalitario se habrían quedado sin personal y el tirano, encarnado en tipejos mediocres como Stalin, Hitler o el que ocupaba el cargo de Responsable de Orden Público del Madrid de 1936; no hubieran sido lo que fueron.
Si la ciudadanía hubiera estado concienciada en la importancia que tiene luchar por la Libertad, poseyendo armas de fuego e instruida para su eficaz utilización, podrían haber detenido esas siniestras máquinas de secuestrar y asesinar.
Las personas medrosas alegarán siempre argumentos suficientes para no rebelarse y no dudo que sea con buena intención. Es normal que en esas circunstancias de miedo y angustia, cada día aguarden inmóviles que la pesadilla se acabe. En Cuba, por ejemplo, llevan más de medio siglo esperando. Temen echarlo todo a perder con un acto bizarro de resistencia y rebeldía sin pensar que ya no tienen nada que perder, ni siquiera su alma, que es lo primero que todo Estado Totalitario se encarga de despojar a la ciudadanía. Su siniestro destino siempre es y será el mismo. Por eso antes que vencer al Estado Totalitario se debe vencer al miedo. Nunca el miedo te debe vencer a ti. Hay que vivir con el miedo y superarlo. El miedo es algo necesario porque nos hace más prudentes. Todos tenemos miedo y quien diga que no teme a nada es que está loco.
Por supuesto que también tiene miedo esa parte minoritaria de la ciudadanía que es más libre, más inteligente, más independiente, menos sierva; que a pesar de su inexperiencia a la hora de organizarse en la batalla por la supervivencia, se muestra tenaz en la lucha aunque ésta sea rudimentaria y poco comprendida por la mayoría. Ya se sabe, sólo los liberticidas tienen a mano un puñado de perversas consignas que encandilan a las masas.
Esas consignas manipuladoras no son propias de ciudadanos pacíficos, trabajadores y honestos, por esto es tan importante que todo individuo que se sienta libre y no vasallo, esté armado y en guardia para defender su vida, su propiedad y su Libertad.
Dos formas de comportarse ante los tiranos:
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