Es difícil entender qué les ocurre a los que dicen llamarse progresistas. Ese pseudoprogresismo responde a un esquema muy sencillo: echar la culpa de todo a Aznar, a Bush o a Franco, ser pacifista con los terroristas y apoyar, con grandes dosis de demagogia, a los desfavorecidos; sin embargo, el más débil, el más indefenso, el más dependiente de todos los seres no les parece digno de amparar. Sólo la propaganda más cínica ha podido hacer creer a mucha gente ese talante de buenismo de los falsos progresistas.
La ideología pseudoprogresista se contradice y para colmo argumentan los derechos de la madre, presentándola como una pobre víctima indefensa no se sabe muy bien frente a qué.
Es terrible que identifiquen al feto como un conjunto confuso de células parecido a un tumor que está pudriendo el seno de una mujer. La mayoría de los abortos no se corresponden a un potencial peligro para la vida de la madre o grandes malformaciones del embrión, sino que se aborta por comodidad de los padres; comodidad que está por encima de la vida del hijo. Son gente salvaje, que consideran el aborto antes un derecho que un delito.
Desgraciadamente, el tema del aborto es algo más que una cuestión ideológica; nos obliga a comprometernos a todos, puesto que nadie que diga ser persona puede permitir asesinatos en masa de inocentes y encogerse de hombros.
Vivimos en una sociedad sin valores que ha hecho del aborto una forma primitiva de anticoncepción. Existe una maldad reinante, maldad de quien no se alarma con centenares de miles de abortos anuales.
La ideología pseudoprogresista se contradice y para colmo argumentan los derechos de la madre, presentándola como una pobre víctima indefensa no se sabe muy bien frente a qué.
Es terrible que identifiquen al feto como un conjunto confuso de células parecido a un tumor que está pudriendo el seno de una mujer. La mayoría de los abortos no se corresponden a un potencial peligro para la vida de la madre o grandes malformaciones del embrión, sino que se aborta por comodidad de los padres; comodidad que está por encima de la vida del hijo. Son gente salvaje, que consideran el aborto antes un derecho que un delito.
Desgraciadamente, el tema del aborto es algo más que una cuestión ideológica; nos obliga a comprometernos a todos, puesto que nadie que diga ser persona puede permitir asesinatos en masa de inocentes y encogerse de hombros.
Vivimos en una sociedad sin valores que ha hecho del aborto una forma primitiva de anticoncepción. Existe una maldad reinante, maldad de quien no se alarma con centenares de miles de abortos anuales.
¿Qué os pasa a los progresistas? ¿Acaso no os impacta hablar de máquinas trituradoras de fetos de 7 meses o ver las fotos de los cuerpecitos troceados?
Ese falso progresismo que a algunos tanto enorgullece, no puede ser otra cosa que un crimen. Argumentáis como logros esa falsa emancipación de la mujer, ese avance en su autonomía, para que pueda decidir por sí misma, sin límite alguno. El niño muerto no será un obstáculo para el desarrollo de ese maldito progreso, sólo será un residuo clínico sin importancia.
Si una pareja no desea la paternidad disponemos de medios anticonceptivos para evitar el embarazo, pero si por casualidad la mujer ha quedado embarazada que lo lleve a término, que la sociedad acogerá a ese nuevo ser. Muchas parejas con problemas de esterilidad no son las únicas que aspiran a recibir en adopción a un niño. Hoy, ésta posibilidad es contemplada también por familias estables, con hijos o sin ellos, sin dificultades de fertilidad.
Para la mayoría de la clase política, los feministas y demás pseudoprogresía el aborto es un signo de "modernidad". Pero hay que decirlo en voz alta: Quien garantiza, favorece y promociona el aborto está ayudando decisivamente a la construcción de una sociedad enfermiza y decadente.
A todos los falsos progresistas: os recuerdo que vosotros también fuisteis embriones y si vuestros padres hubieran tenido vuestras ideas simplemente no existiríais.
Algunas mentes mediocres dicen que el embrión tiene muy pocas células, concretamente y, respetando la consigna, suelen decirlo así: ¡si sólo es un puñado de células!. Pero yo les digo que quien suscribe es posible que tenga más células que ellos, ¡al menos en el cerebro!. ¿Qué derecho me da a eliminarles en base a ese argumento?
Todo nuevo ser concebido es un ser humano genéticamente definido, con capacidad para auto desarrollarse, dependiente pero al mismo tiempo autónomo respecto a la madre. La continuidad de su proceso evolutivo hace arbitrario cualquier intento de fijar su humanidad en algún momento entre el día de su concepción y el día de su defunción. Durante ese espacio de tiempo, con independencia de las distintas etapas evolutivas, estamos en presencia de un mismo ser humano.
Ese falso progresismo que a algunos tanto enorgullece, no puede ser otra cosa que un crimen. Argumentáis como logros esa falsa emancipación de la mujer, ese avance en su autonomía, para que pueda decidir por sí misma, sin límite alguno. El niño muerto no será un obstáculo para el desarrollo de ese maldito progreso, sólo será un residuo clínico sin importancia.
Si una pareja no desea la paternidad disponemos de medios anticonceptivos para evitar el embarazo, pero si por casualidad la mujer ha quedado embarazada que lo lleve a término, que la sociedad acogerá a ese nuevo ser. Muchas parejas con problemas de esterilidad no son las únicas que aspiran a recibir en adopción a un niño. Hoy, ésta posibilidad es contemplada también por familias estables, con hijos o sin ellos, sin dificultades de fertilidad.
Para la mayoría de la clase política, los feministas y demás pseudoprogresía el aborto es un signo de "modernidad". Pero hay que decirlo en voz alta: Quien garantiza, favorece y promociona el aborto está ayudando decisivamente a la construcción de una sociedad enfermiza y decadente.
A todos los falsos progresistas: os recuerdo que vosotros también fuisteis embriones y si vuestros padres hubieran tenido vuestras ideas simplemente no existiríais.
Algunas mentes mediocres dicen que el embrión tiene muy pocas células, concretamente y, respetando la consigna, suelen decirlo así: ¡si sólo es un puñado de células!. Pero yo les digo que quien suscribe es posible que tenga más células que ellos, ¡al menos en el cerebro!. ¿Qué derecho me da a eliminarles en base a ese argumento?
Todo nuevo ser concebido es un ser humano genéticamente definido, con capacidad para auto desarrollarse, dependiente pero al mismo tiempo autónomo respecto a la madre. La continuidad de su proceso evolutivo hace arbitrario cualquier intento de fijar su humanidad en algún momento entre el día de su concepción y el día de su defunción. Durante ese espacio de tiempo, con independencia de las distintas etapas evolutivas, estamos en presencia de un mismo ser humano.
Algunos dicen que el feto no razona, ni siente, ni padece, pero ¿en qué punto podemos fijar ese grado de suficiencia de la capacidad racional efectiva? ¿quién lo fija? ¿qué ocurre con otros grupos de individuos que no razonan? ¿qué hacemos, por ejemplo, con los niños menores de 3 años o con los enfermos mentales?, todos serían vulnerables ante esos iluminados pseudoprogresistas que quieren crear una nueva sociedad. Sin embargo el final de la historia ya la conocemos, recordemos por un momento que sucedía en la Alemania nacionalsocialista de Hitler. Así pues, el ser humano posee el derecho a no ser privado de la vida desde el primer día de la concepción, lo cual convierte en asesinatos los abortos que emplean procedimientos activos para terminar con la existencia del no nacido.
Nadie decide por ti, en cuanto a mantener vivo o matar a tu hijo, ni siquiera tu propio hijo se va a revolver contra ti. El nuevo ser confía plenamente en sus padres, depende de ellos, es lo único que tiene en este mundo.
El derecho a la vida no es cuestión de partidos políticos electoralistas sino un derecho esencial por el que nos tenemos que regir todos los seres humanos, incluso los ateos, porque matar no es progresista, porque debemos respetar la vida de todos los seres humanos, incluso la de los que miden muy pocos centímetros.
Matar a vuestro hijo por el hecho de que sea muy pequeñito sólo va a depender de vosotros y vuestra conciencia.
Recordad ésto: “Una mala conciencia es como un pelo en la boca”.
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