Reflexión para hoy:

     

lunes, 14 de febrero de 2011

Son las 2 A.M. y hay unos tipos en la cocina abriendo cajones



Está claro que cuando las armas están fuera de la ley, sólo los fuera de la ley tienen armas. Entonces, si los delincuentes necesitan armas para delinquir y la gente honesta que cumple las leyes las utiliza sólo para defenderse, ¿no será lógico que el control de armas cause más crímenes y la libertad de poseer éstas los reduzca?

¿Cuántas veces hemos visto como el telediario abría con imágenes de delincuentes detenidos y de mesas repletas de armas de todo tipo junto a joyas y dinero robado? Los malhechores tienen y siempre tendrán acceso al mercado negro de venta de armas, por lo que incluso con la prohibición de la tenencia de armas ya las poseen.

A los únicos que disuaden esas leyes que dificultan o imposibilitan la tenencia de armas son a los ciudadanos honestos que respetan la ley. Por eso esas leyes intervencionistas y despóticas no amparan a la ciudadanía, sino que la hace más vulnerable ante los delincuentes, al robarle el Estado el legítimo derecho a la defensa.

La situación real en los países donde predomina la estupidez de la prohibición de la tenencia de armas de fuego es la siguiente:

Si un inocente ciudadano, en su propia casa, decide disparar a un tipo violento que ha entrado subrepticiamente y con malas intenciones de apropiarse de lo que no es suyo, el resultado para el inocente ciudadano será la cárcel preventiva y, con total seguridad, tenga que defenderse de la demanda que le interponga el delincuente al que ha herido o la familia de éste, en caso de que le haya matado.

En lugar de disparar, lo que tendría que haber hecho es conversar con el criminal y, a pesar de haber sido despertado intempestivamente en pleno sueño, preguntarle cómo ha entrado sin llave y, por supuesto, convencerlo pacíficamente para que desista de sus intenciones si éstas no son otras que las de entablar una hermosa amistad a esas horas de la noche.

Lo peor de todo es que si decides defenderte con cualquier arma, sea un botijo o un revólver, a pesar de ese momento de aturdimiento que todos sentimos cuando nos despiertan bruscamente en el primer sueño; deberás, según la jurisprudencia, tener en cuenta el concepto de proporcionalidad antes de decidir autoprotegerte. Metámonos en la situación.

¡¡Alguien ha abierto la puerta!!

Me incorporo sobresaltado, despierto a mi mujer y le señalo en silencio y acojonado el pasillo. Ella comprende la situación y me pone en mi mano unas tijeras de costura por si acaso.

Son las 02:00 A.M., y debo preguntarme ¿Mi defensa va a ser proporcional? ¿Va a tener mi legítima defensa putativa los requisitos de la eximente? ¿O quizás voy a cometer un exceso putativo de legítima defensa? Porque si no es una legítima defensa putativa y existe error sobre los presupuestos típicos de una justificante que excluye el dolo, siendo el error vencible desde el punto de vista de la teoría estricta de la culpabilidad, habrá imprudencia en lugar de una acción impune.

Mientras, se oyen pasos en el vestíbulo y tu acojone aumenta.

¡Me horrorizan las tijeras! ¡Cariño, yo no sé luchar con tijeras! ¿Y si utilizo el jarrón que nos regaló tu madre? ¿Será ajustado a derecho la idoneidad de mi defensa? ¿Este horrible jarrón será el medio más benigno posible que me permita obtener una defensa eficaz para mí o los bienes jurídicos que supongo, a estas horas de la noche, me intentan sustraer? ¿Realmente voy a actuar amparado por una justificante, es decir, mi obrar al inicio va a ser legítimo sin exceder en el curso de mi accionar esa misma legitimidad con la que voy a comenzar a obrar estampando el jarrón en la cabeza del primer tipo que se asome al dormitorio?

Todo esto, como he dicho, medio dormido y muy acojonado.

¡Vamos, vamos! Tengo que elegir entre varias clases de defensas posibles: el jarrón, la televisión, las tijeras de costura o la katana que compré en Toledo. Debo decidirme por aquella que cause el mínimo daño a esos tipos que están ahora en la cocina y no dejan de abrir cajones. ¡Como sigan así, van a despertar al vecindario!

Sigamos reflexionando. Ante todo no debo aceptar la posibilidad de daños a mi propiedad o lesiones en mi propio cuerpo sino que se supone que estoy legitimado para emplear como medios defensivos los medios objetivamente eficaces que me permitan esperar, con seguridad, la eliminación del peligro ¿O tal vez no? ¡La televisión es demasiado pesada, y no lo digo por la programación, sino porque podría lesionar seriamente a los bandarras si se la lanzara a la cabeza!

¡Vaya cacao mental tengo y son las 02:03 A.M.! Mañana es lunes, tengo que levantarme temprano para ir a trabajar ¿No tienen que madrugar como yo esos tipos que han invadido mi casa?

Bueno, eso es lo de menos, ahora tengo que pensar en algo con que defenderme y que sea proporcional al potencial daño que me vayan a causar. ¡Aquí quería ver yo al juez que me juzgue por homicidio!

Son las 02:04 A.M y mi esposa no suelta las tijeras.

¡No nos dejemos llevar por el miedo y pensemos fríamente! Lo que tengo que hacer es aplicar la moderna doctrina jurídica según la cual el principio de que el derecho debe prevalecer ante todo hace que ceda la proporcionalidad. Esto es así en función de la absoluta preeminencia del derecho frente al injusto.

¿El injusto soy yo o esos tipos con pasamontañas que ahora se dirigen hacia mi dormitorio con algo en la mano que la oscuridad me impide ver?

Porque yo me pregunto, ¿me podría asegurar un juez que los quinquis estos no me van a linchar a palos, violar a mi hija quinceañera, que afortunadamente aún sigue durmiendo plácidamente, o nos van a matar a todos?

¡Quizás en esta situación las personas normales (¿jueces incluidos?) somos presas del pánico y no podemos saber cuál es la respuesta proporcionada. ¿Qué hago………? ¿Y si son más de dos, todos, armados? ¿Y si son exmilitares procedentes de Europa del este?, ¿Cuál sería el medio proporcional a la más que posible agresión que yo y mi familia vamos a recibir? ¿Me encuentro en la situación más idónea como para medir la proporcionalidad en la defensa o tengo que hacer lo que sea para evitar que esos tipos bestias me apaleen hasta quitarme la vida?

¡Bestias, sí! porque ahora los tengo enfrente, son tres y me sacan la cabeza.

Entonces, ¿antes de cortarles el cuello con mi katana tendré que medir cuantos golpes me pueden llegar a dar para que sean lo suficientemente proporcionales a la hora de justificar mi legítima defensa y que el juez no me meta en la cárcel con otros tipos como los que me están apaleando en este momento? ¡ aaahhggg…!







Moraleja: Si el Estado, que tiene el monopolio del uso de la fuerza no garantiza tu seguridad, te la tendrás que proveer tú mismo. Evidentemente, la única desproporción es la que sufren los ciudadanos-victimas a los que nadie protege en los momentos más necesarios y vitales.

Debemos arremeter contra ese estúpido concepto de proporcionalidad que tanto babean los insensatos, sean éstos togados o no, y que sirve para proteger más al agresor que a la victima a la cual efectivamente se debería amparar.

El delincuente siempre apuesta sobre seguro. Si no es sorprendido, acabará su faena apropiándose de los bienes ajenos y, si es descubierto, puede desistir o amenazar al propietario de la casa para cumplir su objetivo. En este último caso no tiene nada que perder puesto que siempre ocultará su identidad. Además el criminal tiene la ventaja del elemento sorpresa y del terror que infunde, algo que no puede hacer la víctima. El malhechor nunca correrá el riesgo de recibir un balazo cuando la ciudadanía honesta está desarmada. La víctima sí. Delinquir es seguro.



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