Cuando los peronistas, de derechas y de izquierdas, no
ganaban las elecciones en Argentina hacían todo lo posible para desestabilizar
y derrocar al gobierno elegido democráticamente. A esto se denomina “ democracia cautiva”. Dicho de otra forma,
la democracia, para algunos, es válida siempre que gobiernen ellos, los
liberticidas.
Muchos
españoles creen que la democracia cautiva y el golpismo callejero sólo
tiene lugar allende los mares; sin embargo, en España está ocurriendo. Los
precedentes iniciales fueron el
“chapote roji-verde” o el “pseudopacifismo del no a la guerra”; sin embargo el punto de partida principal de un
plan que pretende machacar el sistema democrático y desarrollar un ambiente de
motín y revuelta callejera en contra de la voluntad mayoritaria de los
españoles, fue el 15 de Mayo del 2011,
fecha en la que se cumple ahora el primer aniversario de ese aberrante y
manipulador movimiento denominado “Democracia Real Ya”, o “Spanish Revolution”,
o “15M”, o “la madre que les parió a todos”.
No es ningún secreto
que las ensoñaciones de estos mangutas asamblearios, perfectamente
identificados, son potenciadas y
respaldadas desde algunos medios de comunicación, ciertas universidades públicas
y de algunos partidos políticos y asociaciones de tendencia liberticida.
Es
sabido que los
liberticidas tienen sus propias vías, siempre violentas, de expresión política.
Incluso en España, los asiduos al “molotov revolucionario” compran la gasolina
gracias al apoyo de los liberticidas millonarios del grupo mediático PRISA y
del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Recordemos
como el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, Vicepresidente del gobierno de
España en aquel 15/5/11, adoptó una actitud pasiva frente a la conculcación
evidente de la ley, no acatando las
decisiones claras de los órganos jurídicos pertinentes. Así, el movimiento 15M
ganó la primera batalla, pero no por su fuerza, que en realidad era y sigue
siendo muy reducida, sino por voluntad del gobierno del PSOE, que decidió no
actuar. El movimiento 15M siempre ha reflejado una parte marginal de la
sociedad española, que trata de imponer una imagen de España "a la
griega".
Este
movimiento radical, controlado por unos pocos mangutas, y apoyados por los
típicos “tontos útiles” necesarios para hacer bulto, trata de cuestionar la
voluntad soberana de la mayoría para sustituirla, “por cojones”, por la suya.
Para ello, atacan el orden constitucional y la democracia representativa en
nombre de una supuesta “Democracia Real” plasmada en ridículas asambleas
callejeras en las que concurren los llamados indignados y otros pardillos
que se dejan caer por allí. Asambleas en las que pretenden organizar la forma
de vida de todos los ciudadanos según su parecer y sin que nadie se lo haya
pedido.
Lo
importante, para ellos, es crear un verdadero clima de caos y motín callejero
que haga imposible un Gobierno democrático apoyado en las urnas. El 15-5-11 fue
sólo el comienzo de una estrategia donde las revueltas callejeras serán el pan
de cada día. Un despropósito que puede costarle a España, no solo la ruina
económica heredada del gobierno infame del PSOE, sino terminar poniendo en
peligro el orden constitucional democrático que tanto se merecen los españoles.
El conflicto es normal en toda sociedad democrática. Pero un
conflicto sano, que no derive en violencia y revuelta callejera. Un conflicto
que se plasme en el parlamento, en debates intensos y apasionados entre
miembros de distintos partidos e incluso del mismo. Eso sería prueba de una
democracia madura y verdadera. Pero en España eso no ocurre. En España cuando
algunos liberticidas no gobiernan suelen optar por la vía subversiva para que la nación sea ingobernable. Es más,
antes de soltar el poder aseguran que quede un ambiente envilecido y
endemoniado para que los que tomen el poder, legitimados por las urnas, reciban
el primer puñetazo.
Los liberticidas en la oposición nunca quieren colaborar con su
adversario político para mejorar la vida de los ciudadanos a través del debate
político, todo lo contrario, fomentan tácticas revolucionarias para expulsarlo
a toda costa; olvidándose del dictamen de las urnas. Esto confirma lo peor de
las ideologías liberticidas como el socialismo que, a pesar de su retórica
sedicientemente democrática, no creen en la democracia cuando no controlan el
poder.
La hipocresía de los liberticidas es patente. En el poder, aceptan el
orden constitucional con sus peculiares “cordones sanitarios” para la
oposición, pero, no nos engañemos, si están en la oposición, sólo pretenden
reventar el orden optando por la vía subversiva, agitando la calle,
desbaratando las propuestas del gobierno y fomentando el espíritu antisistema,
puesto que la “pasta” y el sistema ya no lo controlan ellos sino los que han
querido los ciudadanos ejerciendo su derecho de voto libremente.
Afortunadamente, ¡y porque su futuro está en juego!, gran parte de la sociedad española ha
despertado, rechazando la violencia y la algarada callejera. La sociedad española
desea que se disuada y rebaje la capacidad de actuación de estos grupúsculos
radicales; y si es necesario usar la porra, pues que se use de forma medida,
pero con contundencia y determinación.
También se hace necesaria una estrategia de comunicación coordinada
por parte de todos los que amamos el orden y la Libertad, para desactivar la
manipulación y la propaganda del mass-media de los liberticidas que, aunque
sean capaces de movilizar apenas a unos centenares en la calle, hacen bastante
ruido; puesto que siempre una violencia mayor con un número menor de
desalmados, abre exactamente igual los telediarios de todas las televisiones y
portadas de periódicos.
No
sólo el desgaste social lo sufrirá el
Gobierno elegido democráticamente, sino toda la sociedad; si el gobierno en el
poder no es capaz de usar toda la contundencia que permite la ley, y que le ha
delegado la ciudadanía, para garantizar el orden público frente a esos mangutas
piqueteros, amigos de las últimas dictaduras del mundo y que tanto les gusta
medrar a la sombra del sindicalismo subvencionado.